«Quien se coronó como reina en Oviedo fue Ketevan Kemoklidze, una Amneris solvente vocal y escénicamente, uno de los grandes roles de Verdi para mezzo que algunos han llamado “la Éboli faraónica”. Desde una tesitura que se mueve abundantemente en los registros medio y grave, pese al color tan diferente en ambos, la georgiana logró máxima expresividad en ambos al igual que con unos agudos más que suficientes, de timbre bien diferenciado y más oscuro en los agudos al unísono con Aida, volcándose en la dualidad pasión-violencia de su personaje desde unos celos a los que Verdi pedía tener “chispa diabólica”, y Kemoklidze la tuvo hasta el final sobre la losa que cierra la cripta implorando la paz. »
«la mezzo georgiana Ketevan Kemoklidze fue una Amneris pletórica que manejó su amplia tesitura –abarcando desde unos graves muy seguros y convincentes a unos agudos limpios, pasando por un desbordante y aterciopelado registro central– y lució su calidez tímbrica en cada una de sus intervenciones.»
«La georgiana Ketevan Kemoklidze tiene una voz potente que en ella requiere un cambio demasiado llamativo de la voz de pecho en los registros graves a los registros medios y agudos. No obstante, su interpretación musical y actoral fue fantástica, ofreciéndonos una Amneris carismática y magnética que vimos en el segundo acto en su dúo con Aida −magnífico− y, sobre todo, al final de la ópera.»
«a mejor voz de la noche, la aportada por la Amneris de Ketevan Kemoklidze, con una escena en el cuarto acto que fue lo mejor de la noche con diferencia. Incapaz de admitir su sometimiento político a los sacerdotes, nos recuerda en su dolor el mismo que Aida sufre en el acto primero cuando, desnortada y víctima de sus contradicciones, suplica por la victoria de Egipto ante el ejército de su tierra natal. El mismo dolor siente Amneris cuando justifica la traición de Radamés por el amor que ella siente, ese amor que no es correspondido. La georgiana estuvo sencillamente excepcional en la escena del juicio..»